Consiste en que la persona que se erige como marca mantiene una actividad constante para que esta se dé a conocer o se mantenga en el imaginario colectivo. Muchas veces, esto requiere la comunicación interactiva con el cliente o seguidor.
Ocurre en cualquier campo. Por ejemplo, en el caso de escritores como Matilde Asensi o Patrick Rothfuss, además de la intensa promoción de sus libros (charlas, firmas, presentaciones), se publicitan aspectos de su vida privada. Esto acaba por constituir la imagen que distingue a un “producto” de otro. Cantantes como Lady Gaga o Miley Cyrus buscan la diferenciación en base a la extravagancia, la excentricidad, o incluso el escándalo. El hecho de tener una personalidad marcada, concreta, con un rasgo muy reconocible, es lo que ayuda.
En el mundo de la televisión, se multiplican los “personajes” en todas las esferas: Risto Mejide, el chef Chicote, presentadores como Jorge Javier Vázquez y un sinfín de artistas, desde actores a humoristas, que procuran sobresalir en aras de no perderse entre la muchedumbre de la fama. Muchos de ellos, además, poseen sus propios productos: una gama que va desde los libros hasta las camisetas. Incluso algunos miembros pertenecientes a un gremio que acostumbra a refugiarse bajo asesores de imagen, como es el de la política, se publicitan a través de las redes sociales, como es el caso de Toni Cantó.
Aprovechamos para decir que hay que tener mucho cuidado con la gestión de la marca que uno hace de sí mismo. Puede suponer un acierto, pero no es difícil caer en la burla del público. Todo depende de saber qué decir, cómo, cuándo y si se puede.